
La jueza ordena el ingreso en prisión por homicidio de la mujer que mató a un disyóquey de Vigo a puñaladas.
La titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Vigo decretó ayer prisión preventiva por un delito de homicidio para Rosa A.?D.?A., de 35 años, natural de Uruguay y de nacionalidad española, por la muerte del joven vigués José Fernando Benavides Riobó, de 26 años. La orden llegó tras la declaración de la mujer, que duró una hora y cuarto, desde la una hasta las dos y cuarto de la tarde. El traslado al juzgado se produjo a primera hora de la mañana y el vehículo que la llevó a la cárcel no llegó hasta las siete y media de la tarde debido a la falta de agentes de
La abogada de oficio asignada a la mujer no quiso hacer ningún comentario sobre las circunstancias del crimen y tampoco reveló el origen de la pelea que desembocó en la muerte del joven. «Será el abogado que designe la mujer el que tendrá que desarrollar su estrategia en el juicio», indicó la letrada como disculpa por su mutismo.
Rosa A.?D.?A. pasó a las nueve de la mañana de ayer a disposición del Juzgado de Instrucción número 1 de Vigo, donde prestó declaración tras haberlo hecho ayer ante
José Fernando Benavides Riobó apareció tendido boca abajo en su cocina, con sangre reseca en cara y cuello, al menos tres puñaladas, y sin vida. La sospechosa de la muerte violenta de este gallego de 26 años es Rosa A. D. A., una mujer que conoció en un club de alterne, uruguaya aunque de nacionalidad española, y casi una década mayor que él. Todo apunta a que mató al muchacho con un arma blanca, un cuchillo, que apareció tirado en el suelo de la vivienda de la víctima, situada en Vigo, en
El hombre podría llevar varias horas muerto, aunque será la autopsia la que determine este extremo. Las Fuerzas de Seguridad encontraron a la presunta agresora, a escasos metros del difunto, tumbada en el sofá de la casa (muy desordenada), con botellas de alcohol, ensangrentada, síntomas de haber estado bebiendo o consumiendo alguna droga, y con tres heridas incisas en la espalda, a la altura del omóplato izquierdo, y en una mano, la derecha, que le fue vendada.
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